El amigo de referencia falleció en 1980, y en el libro calca la situación actual.
Este hombre vivió las dos guerras mundiales y cada una de ellas empezó con algo similar a lo que vemos en el momento presente, por ejemplo, en Ucrania ó el Genocidio de Israel sobre los palestinos. Y curiosamente, con el resto del mundo mirando para otro lado.
Si quieres paz, prepárate para la guerra, decía su profesor, y al final tuvo razón. Pero nuestro filósofo acabó convencido al final de la guerra, de que "hay que dudar de todo". Encontró respuestas en las contradicciones de Freud y Marx. Y de éstos sacó su aprendizaje, que nos cuenta en este libro. Y yo lo resumo. Está muy condensado, ojo, pero sin desperdicio. Vamos allá...
La única manera de librarnos del sufrimiento pasa por liberarnos de las cosas (codicia) incluído el ego (Yo) y en despertar a las verdades que rigen nuestra existencia. El hombre desarrollado y humano no es el que tiene mucho, sino el que es mucho, o sea, el que responde al mundo. El hombre capitalista de hoy día produce demasiadas cosas útiles, ocasionando demasiada gente inútil.
Hoy día tenemos satisfacción material para todos, y por ello, menos necesidad de control autoritario, que además, apenas gobiernan imponiendo obediencia, sino consintiendo. Un consentimiento manipulado a través de la psicología y las "relaciones humanas". Si ésto cambiase, se originaría un retraso de desintegración. Ésto se debe a que, aunque el hombre puede adaptarse a casi cualquier situación, necesitamos el anhelo de felicidad, de amar y vivir en libertad acorde a nuestra naturaleza. Si ese cambio no es posible, dicha sociedad se derrumbaría, por falta de vitalidad y por su capacidad autodestructiva.
¿Cómo hacemos? Pues con represión. Aquellos impulsos incompatibles con las costumbres sociales y familiares excluidos de la conciencia; Esta represión se consigue con el temor. Y de ésto sabe bien la historia. La mesa se ha servido sólo para unos pocos. El resto recibe las migajas. Si la mayoría es consciente de que es explotada se pondría en peligro el orden existente. Así que hay que reprimir esas ideas, y si no se consigue, lo pagas con tu libertad ó tu vida.
Por otro lado, tenemos el adoctrinamiento, como el de la propiedad privada. Conseguida mediante esfuerzo, creatividad, suerte, maldad ó herencia, se considera como inmoral e inhumano, el ataque a dicha propiedad, ya sea por hurto, ocupación ilegal,etc. Racionalizamos el odio contra los usurpadores de la propiedad privada, porque han violado la santidad que ello supone, y el esfuerzo al que nos hemos visto sometidos, para obtenerlo. Para que venga un hijo de su madre a quedarse con lo de otro...
Mi generación es conocedora de esta represión que impedía hacer cosas por miedo a las represalias.
Sin embargo, si nos paramos un poco y pensamos:
¿Tiene sentido luchar en dos guerras mundiales por la libertad y la democracia y sólo unos años después volver a rearmarse por esa libertad y democracia? ¿Tiene sentido vivir en medio de la abundancia y recibir tan poca satisfacción?... Claro, somos cristianos y ellos no, somos buenos, nuestros enemigos no, etc, etc...
Pero claro, mi memoria dice que he hecho ésto, pero mi orgullo dice que no lo he hecho, pues mi memoria cede...Y vuelta a la normalidad...
El hombre necesita alguna filosofía que dé sentido a su vida. Así la religión, ó actualmente la psicología (los nuevos sacerdotes) son el sol que gira alrededor del hombre, para ayudarle a comprender su insatisfacción en el trabajo, su infelicidad en la vida, su apatía en medio de la abundancia. Todo ello, mientras éste no gire alrededor de sí mismo. Y esto pasa por liberarse de su mezquindad e ignorancia. Para ello, necesitamos combinar el conocimiento con la razón, o sea, la capacidad de ver las cosas como son, de "dejarlas ser", en vez de querer que sean como queremos nosotros.
Sí, no vemos las cosas como son, sino como somos nosotros.
Hoy día la raza humana está tan interrelacionada que un pequeño grupo de "realistas" psicóticos puede poner punto final a los valerosos esfuerzos de cientos de generaciones. Porque si él es inhumano, yo también puedo y debo serlo. La actitud hacia el "extranjero" es inseparable de la actitud hacia uno mismo. Mientras él siga siendo un extraño, yo seguiré siendo un extranjero para mí mismo.
Y en esas estamos. Mientras un grupo minoritario intenta evitar ese acto de locura, por parte de los "señores del mundo", la mayoría ha sucumbido al proceso de embrutecimiento, por parte de esos lunáticos, y el resto, apático, encuentra una vía de escape en las trivialidades cotidianas, tales como comprar ó comer compulsivamente, como necesidad para una vida mejor.
Y es que las cosas que compra no le enriquecen su vida, pero le ayudan, por ejemplo, a tener más tiempo libre, en el cual invierte parte de su sueldo para, a su vez, matar el tiempo que tan orgullosamente ha ahorrado.
Y así, los objetos ya no están al servicio del hombre, sino que el hombre se ha convertido en esclavo de los objetos que adquiere.
Hemos evolucionado hasta el punto de resolver los enigmas de la naturaleza, pero en el momento de nuestro mayor triunfo, en los umbrales de un nuevo mundo, hemos sucumbido al poder de las cosas y las organizaciones que nosotros mismos hemos creado. Hemos inventado un nuevo método de producción y distribución y la hemos convertido en nuestro ídolo (ó Dios). Idolatramos el producto que hemos creado y nos hemos reducido a siervos de esos productos. Nos sentimos orgullosos de nuestro poder (bombas y máquinas) para ocultar nuestra bancarrota como seres humanos. Y nos vanagloriamos de nuestro poder destructor para esconder nuestra impotencia humana.
La violencia y las armas no nos salvarán; sólo la cordura y la razón pueden hacerlo. En el primer caso, será el concenso de la estupidez el que nos habrá impedido ver la realidad y actuar en consecuencia.
