12 de julio de 2016

El estanque.

Primero que nada agradecerle a mi amigo Jose Luis Mota, octogenario profesor de literatura retirado, el que me haya puesto a escribir este blog, que va cogiendo forma. 
Dicho ésto, usaré a mi manera un extracto de su libro "Crisis de madurez", en el que expone, que llegado el momento te aceptes sin ninguna traba.
Algo así, como Bruce Lee con su frase,"Be water my friend". Fluye entre las piedras y a favor de la corriente. No estamos acostumbrados, pero, creo que no queda otra,  para tratar de ser lo más feliz que se pueda. 
Por cierto, si aceptas las cosas tal y como vienen, puede que no seas más feliz, pero tendrás un problema menos.
Dicho ésto, cuantas veces nos hemos planteado empezar de cero, porque estamos cansados del entorno que hemos creado, ó que nos ha tocado vivir, según se mire. 
Cuando tienes 20 y pocos años, y has disfrutado de tu juventud, puedes hacerlo. Tienes la ilusión de convertir en realidad lo que tienes en la cabeza. Por lo menos, como nos han educado. 
Conseguir un buen trabajo, emparejarte con alguien con quien formar una familia, crear un hogar en una casa lo más a tu gusto posible. Comprarte un buen coche. Tener unas buenas vacaciones... Y vuelta a empezar.
Cuando tienes todo eso, puedes ver que las cosas no son como las planteastes.
Que tu pareja no es como tú quisieras, ó tú no eres como quisiera ella. Que tus hijos son fantásticos, pero, empiezan a tener sus propios mecanismos de defensa ante el tirano que pretende que sean como él quiera que sean... 
En fín. ¿Y ahora? Empezar de nuevo cuando tienes casi medio siglo. Y aunque así fuera, quien te asegura, aún con toda tu experiencia, de que una vez  hayas construído tu nuevo castillo en la playa, no vendrá la marea  y se lo llevará todo.
Es raro ese vacío, en el que comprendes que ya no eres tan necesario para los tuyos, ó te das cuenta de que no vale la pena malgastar esfuerzos por los demás,  porque, en el mejor de los casos, ya saben manejarse por sí solos, ó eso creen ellos. Que ya es bastante. 
Has montado un tinglado y ya no mandas sobre lo que has logrado. Ó tú no respetas lo que has  logrado. Pero sobre todas las cosas, no terminas de aceptar que las cosas no son como tú quieres que sean. 
Cuando llegue el día, en que todo se venga abajo, porque venir vendrá, tienes opciones. Como mínimo dos. Empezar de nuevo tu castillo, ó mantener el tuyo, aunque ya no sea sólo tuyo. Quiero que entiendas, que el primer caso, tienes a favor la experiencia, pero estarás más cansado. En el segundo caso, casi no tienes que hacer nada. Lo que sabes, ya no sirve. Mantenerte en tu sitio, te ocasionará sufrimiento. Te has preparado para los que vienen a conquistar tu castillo,  pero no, para los que viven dentro de él. Si te vas, volver a comenzar será duro y puedes fracasar en el intento. Pero así es la vida. Ningún mar se mantiene en calma por siempre. Además, sería muy aburrido. 
Y ésa es la segunda opción. Mantenerte en el "confort" que has creado, que ya no es tan agradable, porque tendrás que lidiar con los tuyos. Y ésto la historia lo conoce bien. El ejemplo más claro, el de Julio César, que sobrevivió a todas sus batallas y murió a manos de los suyos. Pero para ser objetivos, algún motivo habría. O al menos, para los que lo asesinaron. 
Bueno, sin llegar a los extremos, es lo que veo en mi entorno más inmediato. También es cierto, como dije antes, que aceptar las cosas como vienen, no nos hará más felices, pero nos quita un problema. 
De hecho, llegados a este punto, tratamos de disfrutar más de la vida, tal y como la conocemos, sin agobios, acudiendo con más regularidad al gimnasio  ó leyendo más, ó estando más en la playa. Sin embargo no es la panacea tal y como nos la habían pintado. 
Muchos de los que lo tenían todo, lo dejaron para dedicarse a los demás, aún a costa de su propia vida. El Ché Guevara, San Juan de Dios, y un largo etcétera, de los que conocemos sus momentos de entrega a los demás, y no sus comienzos.