13 de junio de 2022

Una tarde en Urgencias. Historia de un trauma.

 


El pasado sábado, desde el mediodía empezé a notar una opresión en el pecho que achacaba a gases ó quizás algo de ansiedad. A las cuatro de la tarde seguía igual, y, por tranquilidad fuí a Urgencias del Centro de Salud de San José para que me hicieran un electro y descartar que pudiera ser algo peor.

¡Crazo error!

Odisea número uno.

Entré al Centro de salud, que me quedaba de paso de regreso a casa (primer error).

Por suerte (eso pensaba yo), no había nadie y me pasaron inmediatamente con una enfermera que tras la información de rigor me hizo un electro. Su gesto facial no me gustó. Hizo una muesca y me dijo que iba a consultarlo con la médico de turno.

Al regreso, vinieron varias enfermeras más que empezaron a pincharme por todos lados para ponerme vías y no se qué. Que si no daban con la vena, que si inténtalo tú a ver que tal...

Me acordé de Jesús en la Cruz, cuando miró al Cielo y le dijo a su padre que porqué le había abandonado.

Pero no contentas con todo ésto, llaman a una ambulancia para que me traslade al Hospital porque tienen una duda con la lectura del Electro y para descartar, mejor que me observara un cardiólogo.

Odisea número dos.

Al llegar la ambulancia, la médico dijo que esa no valía. Tenía que estar medicalizada. Me empieza a correr un sudor frío por la mejilla.

Para más Inri, mi coche mal aparcado,  yo lleno de vías y parches que además iban arrancándome de vez en cuando por otros nuevos, para un nuevo electro, con lo que conseguí, además, depilación gratuita.

Cuando llega la ambulancia medicalizada, los tipos de mal humor, porque se quejaban de que podían haberme derivado al Hospital Insular que está al lado y no al Negrín que está al otro lado de la ciudad.

La gota de sudor cada vez más fría.

Pregunto que es lo que pasa y  me dicen que es el protocolo, que no me preocupe... 

Me cambian de camilla, me meten de esa manera en la ambulancia. 

Si estás inconsciente, no quiero ni imaginarme la cantidad de golpes que puedes llevarte al subirte al susodicho vehículo.

Descansito para fumar un cigarro el conductor y el técnico.

Se sube el conductor a su puesto y el técnico detrás mío en la Cabina a chatear con el móvil.

A toda ostia recorren la Avenida Marítima.  Sólo dos golpes de importancia. Dónde tenía la vía derecha, que me ayudó a ver la Constelación de Andrómeda, y otra en el codo derecho que todavía tiene el color morado impreso.

Tercera Odisea. 

Llegamos al Hospital. Sigo con el dolor en el pecho. Me lanzan a un pasillo y al rato vienen dos enfermeras que me trasladan a "Intensivos" mientras comentan la telenovela de la jornada anterior.

Me dejan en ropa interior, después de sacarme la camiseta con gafas y todo incluído.

Esta vez, para emparejar me apretan la vía izquierda y veo la Vía Láctea.

Me sacan sangre de esa manera. Luego resultó que perdieron dos de las muestras.

Viene el médico de Urgencias del Hospital. Por los síntomas, cree que puede ser una pericarditis, ó inflamación de la membrana que recubre el corazón... Y yo que pensaba que eran gases... Me dice que lo mejor es reposo y antiinflamatorios, pero que debe esperar al Cardiólogo...

... Llegan dos enfermeras hablando del novio de la otra. Van con un aparato móvil para hacer radiografías. Me lo colocan encima. Me dicen que no respire. Hacen la radiografía. Recogen y se van. Ni me dicen que puedo volver a respirar...

...Al rato llega el Cardiólogo. Me empieza a hacer una ecografía con otro aparato. Le llaman al busca. Hace una llamada. Me dice que se va, pero que volverá...

... Llega una señora mayor con los estertores de la muerte. La ponen al lado mío. Llegan otras enfermeras. La desnudan, le ponen un respirador asistido, mientras comentan lo bueno que está el vigilante de seguridad que han puesto nuevo en la puerta.

... Después de varias horas en las que oigo de todo, incluído quejarse a las enfermeras, de porqué estoy aquí. Que dónde está el cardiólogo que ha dejado el ecógrafo ahí tirado. Que si ya acabó la guerra de Putin, etc., veo llegar a otro médico de urgencias y le digo que me quiero ir. Que les firmo el alta voluntaria, ó lo que haga falta, pero que si no me ha dado un infarto, está a punto de dármelo...


... Y me marcho todo parcheado, picado y lleno de cardenales. Además del dolor en el pecho.














1 de junio de 2022

Subida y bajada de la montaña. Analogía del transcurso de una vida.

Voy a utilizar el título del artículo para comparar, por tramos de edades, el transcurso de nuestro recorrido existencial. 

Por supuesto, la subida a la cima de la montaña transcurre en nuestra primera mitad de la vida.  La bajada por el otro lado, en la segunda mitad. Debemos entender que el tipo de montaña depende de que en qué cultura nos hemos educado, o sea, depende de donde hemos nacido, que raza, que continente, país ...

Teniendo ésto en cuenta los tramos los clasifico por decenas de años.

Así, nuestros primeros 10 años ó infancia, nos lleva a empezar a subir la cuesta, donde nos caemos, vemos el tipo de piedras con las que nos hemos tropezado, y cuando llegamos a nuestra segunda decena de años, ya creemos que lo sabemos todo, cuando no hemos ni empezado a tener conocimiento de lo que nos espera. En la tercera decena, nuestra mochila ya lleva herramientas suficientes para poder hacer noche sin pasar frío ni mojarnos, ó guarecernos del calor extremo, como ejemplos de esos tropiezos de los que hablamos y nos hacen más sabios.

Pero sólo será en nuestra cuarta decena cuando seremos lo suficientemente maduros para haber sacado provecho de nuestra experiencia, y empezar a disfrutar de las vistas, que sólo veremos completamente en nuestra quinta decena de años, al llegar a la cúspide. Desde aquí se ve toda la panorámica en su conjunto. Miramos abajo y vemos todo lo que hemos avanzado en 50 años. Aquí se ve todo nítido y claro. Lo pequeñito de estar allá abajo, y todos los pueblitos de los alrededores. No son tan diferentes. Algunos más grandes, otros más bonitos en su conjunto, pero comparándolos con nuestro puerto de salida, no tenemos porqué quejarnos. 

Y hay que ir pensando en bajar. Ahora, en la sexta decena, es más fácil, las bajadas no suponen mucho cansancio, si estamos en forma, por supuesto. En caso contrario, nos volveremos a caer, pero no por ignorancia, sino por falta de la fortaleza física que empieza a medrar.

En la séptima decena vemos más cerca la meta, ya nada llama la atención en nuestro alrededor. Ya lo hemos visto todo antes, en la subida por el otro lado. Quizás algún arbusto que nos resulta familiar, pero que no es exactamente igual a los que conocemos. Aunque da igual unos que otros. Ya sabes si tienen frutos venenosos ó no.

En la octava decena ya vemos la llegada. Está tan cerca, pero cuesta tanto llegar. Avanzamos muy despacio, sin fuerzas. Con suerte, nos están esperando para llegar más cómodamente al final, que no es más que el inicio...