12 de abril de 2017

Conversaciones sobre la Felicidad.


En relación al libro Conversaciones sobre la Felicidad, donde su autor, Francesc Miralles recoge 25 conversaciones sobre el arte de vivir desde perspectivas muy diferentes, resalto y copio casi literalmente las dos que más me han llamado la atención.

La primera de ellas, de Tulku Lama Lobsang, hace hincapié en que nos pasamos el 99% del tiempo de nuestra vida consciente pensando. Siguiendo con porcentajes nos dice que el 95% de lo que hay fuera de nuestra vida son buenas noticias, pero sólo nos fijamos en el 5% restante. Justo esta pequeña porción es la que nos causa la insatisfacción. 
Terminamos creyendo que el sufrimiento es mayor que la felicidad, lo que es incorrecto, prestando atención a nuestros pensamientos, en vez de contemplar lo agradable que nos rodea. 

En resumen, si dejamos de pensar y abrimos la mente veremos más felicidad que sufrimiento.

Añadiré, por mi parte, que si disfrutamos el instante presente, en vez de estar dándole vueltas al coco,  sobre que estamos haciendo mal para que salga todo mejor, estaremos haciendo lo correcto, para nuestro bienestar personal.

Por otro lado, destaco el relato personal del Doctor Josep Mª Fericgla, que nos aporta su opinión sobre el "después de la muerte". Según él, hay dos posibilidades:

Si a lo largo de tu vida te has creado un "alma", o sea una conciencia que no dependa del cuerpo y de sus experiencias, cuya finalidad es que exista independientemente del cuerpo una vez que éste deje de existir, tendremos la oportunidad de crear una alma inmortal.

En caso contrario, simplemente desapareces.

Bueno, ya he escrito anteriormente algún artículo en relación a ésto. Que si nos reencarnamos, según hayamos sido en vida, en un sapo, cucaracha, cáctus ó similar, ó bien, en un Jesucristo, Gandhi, Mandela, ó un corto etcétera.

Y ya que estamos en Semana Santa, en relación a la vida y muerte de Jesús, de las que muchos se han aprovechado en su nombre ( como los antipapas), nos queda la leyenda de sus milagros y las que ofrecieron sus discípulos que se repartieron por el entorno de entonces, y que murieron en su nombre, curiosamente en sitios tan dispares de Jerusalén, como Etiopía, Macedonia, Irlanda, etc., donde arraigó el Cristianismo.
Y es que, realmente sus milagros se produjeron, no mientras vivía, como curar a un leproso, sino cuando derramó  su espíritu, tras su resurrección, tal y como predijo, sobre los suyos.