De nada sirve tanta reglamentación en las empresas si no hay voluntad de poner en práctica, al menos, la lógica. A fecha de hoy tener que comprar el pan y ver como la dependiente coge ese alimento con las manos desnudas y te lo da, después de cobrártelo, destapa, desués de comentarlo con los compañeros todo tipo de historias. Desde el que suministra el pan a los hoteles y tras sacar el saco del furgón y caérsele una unidad de este alimento lo vuelve a meter dentro.
La peor calidad de los alimentos que cada vez nos cobran más caros, ó las pocas ganas de ir a comer a un restaurante, porque después de darnos un mal servicio y una peor comida (congelado ó precocinado ó ambas cosas a la vez) nos levantan al aire cobrándonos como si fuesen platos frescos realizados por el cocinero ganador del tenedor de oro, que no es otro sino un pinche de cocina que está de mala ostia porque lleva en esa cocina más horas de las que cobra porque han despedido a su compañero.
En fín, en mi opinión, no es que uno se haga unos bocadillos para ir de picnic por ahorrar dinero en época de austeridad, es que, no quiero romperme el estómago.
Si al menos, tuviésemos la garantía de comer bien por fuera, aunque haya que pedir mesa con cinco meses de antelación como en EEUU, ó pagar 100 euros por una cena romántica con tu pareja ( como en Escandinavia), que salen a comer fuera poco, pero tienen garantía de disfrutar la velada.