8 de febrero de 2012

Las comparaciones son odiosas.

Un caballo alazán es un hermoso animal. Fuerte, vigoroso. Capaz de correr durante un tiempo considerable sin despeinarse. Sin embargo, la yegua más hermoso todavía, no tiene tanta resistencia física momentánea, pero en cambio, es capaz de aguantar (al golpito ) mucho más que el caballo. Digo ésto porque cada cual es bueno en algo. Tenemos el concepto del sexo débil algo distorsionado, en mi opinión. Y ésto se podría aplicar a casi todos los sexos que conocemos.

Trasladémonos a los seres humanos.

Las madres desde siempre, se desviven por sus hijos más que los padres y, gracias a que es así en una época como la nuestra en la que se consiente más y peor a los hijos.

Los padres cada vez con menos intensidad siguen cerrando muchas puertas ( no todas las necesarias ) que las madres abren a sus hijos para que no tengan que molestarse en abrirlas ellos, cuando deberían enseñarles a que sean éstos las que lo hagan cuando sea necesario, donde sea oportuno, como debe hacerse y porqué... Y por supuesto, también cuándo, dónde, cómo y porqué no debe hacerse... Es mejor utilizar un símil para que todos nos entendamos más fácilmente.

En mi opinión, es preferible decir que no y, luego razonarlo, que decir que sí y, luego pagarlo con creces. No esperemos en ningún caso gratitud. Cumplamos con nuestra obligación, cada uno en su cometido, sin perder la vida en ello. No es necesario. Más al contrario.

Cuando mis abuelos, los hijos no tenían todo lo que se les antojaba, primero porque no había y, segundo porque había que ganárselo, en muchas ocasiones, con sudor y lágrimas.

Desgraciadamente hoy en día el sudor y las lágrimas lo derraman los padres y, tampoco es ésto.