Estamos en tiempo de Navidad. Amor, paz y felicidad. Lamentablemente no veo que sea así. Consumismo, depresión y crispación. Comilonas sin sentido, algunas justificadas por el deseo de compartir unos momentos de recuerdos (en el mejor de los casos), con antiguos amigos, a los que no ves en todo el año. Tratamos de ser felices pero no siempre se consigue. Cerramos la agenda de navidad, ocupando los días libres con visitas a Belenes, visitando a la familia, compartiendo momentos con los hijos en los sitios que nos dicen que hay actividades navideñas...
Pero el verdadero espíritu de la Navidad, compartir con los demás, al menos nuestro afecto, se ha perdido. Peor aún, se acentúa con las groserías que nos dice el conductor de atrás en un atasco, ó, el empujón que nos dan en un comercio, para que no nos adelantemos a quitarle la última muñeca que necesita su hija para el día de Reyes, porque, ya ves, que sería si llega el día de Reyes, y, la niña no tiene esa muñeca que hace el juguete número 18...
Por mi parte, tengo la agenda casi cerrada, a falta de enviar los mensajes navideños por email antes de la fecha señalada, porque las postales de papel, cada vez menos y peor elaboradas, ya han salido.