8 de julio de 2018

San Agustín y Santo Tomás de Aquino.

El primer y segundo filósofo católico. Si se me permite hacer esa analogía, entre ambos. Y entre ambos median 800 años. Entre el 400 dC y el 1250 dC. Empezando y terminando la Edad Media. Ambos fueron acomodados. El primero mujeriego y el segundo, nada de nada. El primero, cansado de una juventud escandalosa, en la que no paró de hacer gamberradas y ser un vividor empedernido, y el segundo todo lo contrario. Ambos buscaban en profundidad lo que muchos nos planteamos durante toda la vida. ¿Para qué estamos aquí? Ambos llegan a la conclusión (tengamos en cuenta la época en la que nos situamos), de que hay que vivir para los demás, como medio de alcanzar el Paraíso. Pero ambos sabían que ese Paraíso no era para toda la eternidad sino para vivir lo que nos tocara vivir mientras respirásemos. El primero no lo consiguió a base de ser un vividor y el segundo tampoco a base de vivir interiormente. Ambos acabaron sus vidas dándose a los demás y eso, ni más ni menos fue lo que los consagró eternamente. 
Curioso. 
Como ellos hay muchos más de los que nunca sabremos nada, porque, entre otras cosas, no dejaron nada escrito y hoy en día, hay tanto escrito, que es muy difícil resaltarlo.  Y además, no se me ocurre nada, que ya no esté escrito. Valgan las redundancias. 
Pero entonces, esos manuscritos eran oro en paño. Máxime en manos de la Iglesia, que dibujó a su imagen y semejanza lo que quisieron que se interpretase de esos escritos, claro está.


Nietzsche. Por Paul Strathern.

Nietzche. Otra vez.


El tipo ya se me está cruzando en el camino demasiadas veces. A lo mejor tiene razón, antes de su locura, en su teoría sobre el eterno retorno. Trata sobre la idea de que vivimos nuestras vidas, una y otra vez por toda la eternidad. Cada instante que hemos vivido tenemos que volver a vivirlo muchas veces, eternamente. Es su fórmula para la grandeza del ser humano, con el ánimo de vivir nuestras vidas al máximo. Hoy en día está descartada como principio por ser demasiado nebulosa.

Entre las anécdotas más curiosas de este personaje está la de su hermana y su marido que fundaron Nueva Germania en Paraguay (lugar que existe hoy en día) con la idea de formar una raza aria. 
La fallida relación con una mujer llamada Lou, que luego tuvo relaciones con grandes celebridades de entonces, incluído Freud.
En ambos temas es muy interesante indagar si el lector lo desea.

Su receta para la superhumanidad, mal entendida por muchos, que pretende suplantar los mandamientos cristianos, como los siguientes ejemplos:

_ Enfrentarse al sufrimiento.
_ Determinar continuamente el peso de todo.
_ Hacer de uno mismo lo que es.
_ Cuidarse de ser compasivo pues es nuestro mayor peligro.
_ Amar las esperanzas de los demás.
_ Cuidarse de los que quieren avergonzar a otros.
_ Ahorrar al prójimo la vergüenza.
_ No sentir vergüenza de uno mismo para lograr la verdad.