Si existe el síndrome de "Lo tengo todo y ahora qué" debe consistir en algo parecido a ésto:
Tras una larga lucha por conseguir unos objetivos y conseguirlos, aunque sean de forma minimalista, te puedes ver en la situación de que no te lo terminas de creer y entras en una especie de depresión post parto, en el que como las madres, tras nueve meses de espera y trabajo para que el nuevo bebé venga al mundo lo más sano posible, de repente, lo tienes en tus brazos, pero, esa sensación de vacío en tu interior te produce un desasosiego que no te puedes explicar.
Esos días sin poder dormir bien, porque el bebé que llevas dentro pero que no es parte de tu organismo, te incomoda para dormir, para comer, etc.
Bien. Supongamos que en tu mediana edad, cuando, de alguna manera, el dinero ya no es el principal problema, porque te das cuenta, de que no necesitas muchas cosas materiales para vivir bien, ó porque ya tienes todas las que querías, y, reponerlas cuando se estropean ya no te supone mayor problema. Supongamos también que has adquirido ese terrenito que tanto ansiabas y luego de unos meses ya ni vas porque tú no eres agricultor ni cosa que se le parezca, y, para pasar un rato a la sombra de un árbol, no es necesario que lo plantes tú, sino que puedes usar cualquier pino de cualquier área recreativa, cualquier fin de semana. Gratis.
Supongamos que te compras un apartamento en el sur y luego, resulta que sólo terminas cogíéndolo dos fines de semana, en verano y cuando todo está a tope. Luego, para amortizarlo un poco, lo alquilas y al año siguiente, te lo encuentras hecho un asco y te gastas más en restaurarlo que lo has sacado de alquiler y terminas malvendiéndolo para quitarte un problema de arriba.
Cuando te das cuenta, de que es más rentable, alquilar cualquier fin de semana que te apetezca, que tener propiedades, ya ha pasado la mitad de tu vida, y en la que te queda ya no vas a disfrutar con la misma jovialidad que siendo un joven de 20 años. Porque, ya no los tienes.
Si te lo has montado bien y haz viajado por el mundo, cojonudo, porque no hay nada mejor. Eso es lo único que te vas a llevar. Tus experiencias, que encima, en la mayoría de los casos, no te vale de nada, porque la gente que tienes alrededor, ni lo aprecia ni lo entiende. Y comértelo tú solo, sin nadie con quien compartirlo tampoco te sirve de mucho, salvo para evitar colas, apelotonamientos en fiestas multitudinarias para ver a la patrona del lugar, que luego no ves porque no llegas con tanta gente como hay, y, que dos días más tarde te ves tu sólo delante de ella...